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jueves, 11 de abril de 2013

Hikurí


Hikurí suena bellamente cuando es gritado entre montañas que, en eco, repiten y repiten, como trayendo voz de ancestros.

Un poco más al norte, donde América del sur y América del norte pivotean, el Hikurí es la cactácea que se ofrece en el rito sagrado de los huicholes y marca la renovación cosmológica del ciclo de la vida.
Un ciclo ya se ha ido y madrugo cada día con renovada esperanza en la semilla.
Hikurí será tu nombre, pequeña compañera de andares. Llegaste apenas decidí vivir en la tierra de mis abuelos y de mis padres, en ese lugar donde, cuando niño, andar en bici no tenía límites ni horario.
Llegaste, detalle más, detalle menos, igualita a esa bici donde aprendía a rodar (quiero decir: vivir)
Llegaste. Ofrenda. Hikurí, llegaste.

Tatewarí


En las proximidades de Tepic, al oeste de México, celebran la vida y los tiempos por venir los huicholes, de la comunidad Wixarrica. 

Quienes más tiempo celebran son los ancianos. Los vivos en carne y hueso y los vivos en corazón. Tatewarí es el abuelo fuego, el más abuelo de los abuelos, deidad que es calor y es luz.
Año a año, los huicholes peregrinan al lugar sagrado. El abuelo fuego tiene la misión de acompañarlos al Wirikuta y ser guía para esos pasos orantes.
Yo te bautizo Tatewarí, en el nombre de todos los que llegan al pueblo y de los hijos que nacerán con su relato. Llegaste para hacer rodar en tu falta a todas las personas que vienen a conocer el lugar sagrado que, de sol a sol, me abraza, me besa y cuenta-canta su canción.

sábado, 24 de marzo de 2012

Dicen

La Perla. 24 de marzo de 2012

Dicen las calles: ¿quiénes van? ¿dónde van?, que mi piel los siente pedalear distinto hacia una tierra desgarrada, tatuada de terror y de miedo.
Dicen los voceros de ventanilla: “Ahí van los zurditos”
Y las remeras dicen: “La verdad nos hará libres”, “los pañuelos se convierten en palomas”, “Te estamos buscando” “Vamos caminando, aquí se respira lucha”.
Dice la llegada: “Este predio es signo de la victoria de su lucha”
Y las paredes dicen: testigo del horror fui, testigo de tu memoria soy, voy rasgada de pavor pero suturada con tu esperanza y tu voz, penetrándote de silencios.
Dicen los murales: “Pocho vive”, “Mi mamá tenía un sueño”, “Pa: no pude conocerte. Te extraño. Tu hija...”
Y dicen los silenciados: “         ”
Entre decidores, dicen las bicis: “Una bici más, un auto menos” “El Famatina no se toca” “Bicisendas ya”. Pero la bici qué más dice es la bici vacía, que cuenta todo el viaje, sin parar de contar: Un hombre pedalea con la remera de Biciurbanos y lleva durante el recorrido, de inicio a fin, con una mano, una bici que gira y gira sin que nadie la haga pedalear. Esa bici sin gente calla el pataleo de quienes enseguida dicen “no fueron 30.000”. La foto de ella, el espacio vacío, la vida robada y el llanto de “sobre esta bici ella no está”, anuncia que su todo ya no está. Y la fuerza de la ausencia recoge los miles de borrados, los pensamientos negados, las búsquedas truncadas. Y recoge lo que dicen las calles, las paredes, los murales, las remeras. Lloran lo que los silenciados no pudieron decir y celebran, celebran, a los que han parido vida en medio de tanta, tanta, muerte.
Más fotos en Picasa

martes, 27 de diciembre de 2011

Isondú tiene pedales

25 de diciembre

Se escapa un año de bautismos, hijos de accidentes y robos. Ammes fue el nombre que le di a mi nueva compu y Pillku a la bici que reemplazó a la vieja Anisacate. Cuando Pillku su fue sentí el desgarro de despedir la casa habitada y la cercanía del abrazo de quienes me acompañaron en la angustia.
Clara me cuenta una leyenda guaraní sobre los bichitos de luz: la leyenda del isondú. Dice que Añá, el espíritu del mal, se enojó cuando vio calorcitos encendidos compartiendo alrededor del fuego, un mate, una comida, una canción. Y que sopló y sopló para apagarlo. Pero Tupá, que es Dios, inventó los isondúes, que resplandecen como mágicas fogatas sobre el monte. Añá no los puede apagar.
Cuentan que cuando los hombres ven los isondúes vuelven a encender en su corazón el fuego del compartir, que Añá había apagado.
Bauticé a mi nueva bici con el nombre de Isondú. En el bautismo, recuerdo cuánto amaba Juli a los isondúes. Y el nombre se reparte: ella llegó a mi vida como regalo de dos personas que me vienen dando ganas de ser luz y son resplandeciente luz en mi vida.
Ella, además, recibe la misión de generar luz en mis búsquedas, para afrontar con coherencia y sinceridad los andares, para responder en rebelde fidelidad al horizonte que busca abrazo, para recibir la tempestad.
Querida nuevacasa, querida Isondú... ¡Vamos a andar!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cambiar de bici... cambiar de casa

Despedir a Pillku me robó unas cuantas lágrimas y un largo rato de mirada nostálgica por la ventanilla del colectivo. Había terminado de reparar esa abandonada bicicleta en un silencioso pero constante trabajo artesanal. Entretanto recordaba mucho el cariño puesto en mi adolescencia sobre la casa abandonada que compramos con mi familia allá por 1993.
No era perfecta ni pretendía serlo, pero ya estaba lista para ser habitada, con la regulación justa para sentarme, pedalear y amar.
La había bautizado Pillku, amante de la libertad. Y se fue. De aquel poste, aquella tarde, en aquella ciudad, ella partió. Sólo deseo que hoy esté gozando de su misión: amar la libertad y ayudar a ver el mundo con ojos de sencillez.
De este lado, yo, en cambio, volviendo a empezar. Cambiar de bici, para los que habitamos en ella, es como cambiar de casa: elegirla, repararla, distribuirse en ella, descansar en ella y soñar que la mirada desde esa alcantarilla envuelva un mayor cariño a lxs hermanxs del andar.

sábado, 2 de julio de 2011

Los pedales peregrinos

(andares a pedal)
En recuerdo de la peregrinación en bici a Alta Gracia

En familia, como hormigas en busca de alimento, los pedales peregrinos se alistaban para girar rumbo a la gruta de Lourdes.
El cielo veía la paleta de colores que las bicis formaban y la paleta de los biciperegrinos que rezaban.
Allí se mezclaban los compradores compulsivos con el último chiche para la bici, los entusiastas, más pasión que bici, más terquedad que entrenamiento, y los imprvisados, que creían ir a la esquina y cargaban la bici así nomás, como estaba.
Entre entusiastas y un grupo de entrenados empujaban a los quedados para ver si un envión los salvaba del abandono.
Y allá al fondo, la gruta de Lourdes, el almuerzo festivo y un Dios que, en esta vida, andaría sobre pedales.

viernes, 24 de junio de 2011

La casimuerte sobre ruedas


(26 de enero de 2009)
No termino de entender por qué hoy no fue el día de mi muerte. Suena trágico pero en verdad sólo por arte de Dios estoy vivo y prácticamente no me pasó nada. El auto venía muy fuerte y yo me distraje. No lo vi. Mientras el accidente sucedía nunca pensé que moriría. Pensé que me desarmaba entero pero que una llama quedaría encendida. En medio de la ruta, mientras me iba yendo al costado agradecí a Dios porque me salva aún en mis descuidos. Dios me sigue queriendo aunque lo haga renegar.
Volviendo con la bici al hombro pensé en muchos y en vos querida vida. ¿Cómo vendrás a visitarme? Si la muerte viene sobre ruedas, espero alguien me creme y me guarde dentro de ese cuadro. Pueden dársela a alguien que la necesite, y con él o ella, iremos pedaleando-amando la ciudad.

A la facultad en dos ruedas

(24 de julio de 2007)
Comencé a ir a la facultad en bicicleta, en el marco del utópico deseo de combatir estos tiempos de petrocracia con la alternativa de tracción a pedales. Fue un parto conseguir playa de estacionamiento. Nadie se hace cargo. El centro expulsa a los ciclistas discriminándolos por débiles que vagan por las calles. Entre postes y cestos de basura se turnaron para cuidarme la bicicleta. Volví contento… un mínimo menos de contaminación ambiental es mi regalo de hoy a mis hermanos hormigúmanos cordobeses.
Veremos cómo nos va en la pedaleada, aunque a muchos no le gusta nada. Gracias a Dios nació Cortazar y me dijo el otro día que “los sueños se niegan al desalojo”.

La locura rodando


La pedaleada por las sierras nos esperaba pero mi amigo no tenía bicicleta. Lo más loco que hice en la vida fue eso, simple e inconsciente. Partí en bicicleta cruzando de periferia a centro, diez kilómetros. Una mano en mi bicicleta y otra en la que le iba a dar a mi amigo. ¿En qué pensaba? ¿En qué ángel de la guarda creía? Ellas y yo llegamos a terminal de ómnibus sin un sólo raspón ni atropello. ¿En qué pensaba? En las sierras, en el andar, en el río compartido y en la sonrisa entregada... ¡se venía la pedaleada!

miércoles, 22 de junio de 2011

El sueño rodando


Me iba en bici al dentista pero quería aprovechar el viaje para dejar bicipartes en el taller comunitario. Las bicipartes, colgaban de la bici y hasta había colgada una bicicleta entera. Yo iba pedaleando y la gente me gritaba que frene, que ellos también tenían para darme algo. Y seguía enganchando bicis y más bicis haciendo equilibrio como yenga casi terminado. Y otro cuadro, y otra bici, y otra llanta... y... y...
El despertador lo arruinó todo y se llevó la magia. De momentos pataleo ante la vida, cuando ella se empeña en arrebatarme los sueños sin dejarme siguiera sacar un pañuelo para la despedida.

Los bicicomunistas


¡Hasta la victoria bicis!, saluda atentamente el colectivo “biciurbanos” de la ciudad. La marcha se hace sobre ruedas por la avenida principal, de cuando en cuando, hay “fiesta del reciclaje” para uso bicicomunitario.
Un pedal, un asiento, un viejo cuadro y un abandonado freno son convocados a la fiesta. Los invitados no saben de enajenación porque se convierten en artistas de collage. Suena la música, circulan los mates y se mezclan las sonrisas. El toque final lo da una artista cordobesa. Y así cada una de ellas es única. ¡Y todas son de todos”

martes, 21 de junio de 2011

La Zatti


Abandonada. Olvidada. Vestida de intemperie y soledad, la Zatti dormía en un rincón, como enterrada tras largos años de trabajo. Era igualita a la de Don Artémides Zatti, y por su apellido la bautizamos. Loro y yo tironemos hasta que salió de aquel fango. El corazón nos latía y cantaba, acompasadamente: ¡resucítenla!
Los cantos de Silvio, unos pinceles con nafta, unas pocas pinzas y otras pocas noches, compartires del corazón y cariño mutuo hacia quien había sido sangre de nuestra decisión. Todo eso juntito se mezclaba para preparar la pócima de la biciresurrección.
Entre tanta teoría filosófica diaria, la Zatti se lucía y burlaba

El vendedor de bicis


Íbamos juntando unas monedas y cada tanto decidíamos cambiar la bici. Para compraventa no éramos muy hábiles... ¡pero teníamos un abuelo! Vendía sábanas el abuelo en su comercio de Capilla del Monte.
Cada mañana se iba temprano a trabajar y al rato se asomaban nuestras bicis por el local. Trabábamos el pedal con el cordón de la vereda y nos quedábamos allí largo rato, viendo cómo Oscar pintaba y atendía a los compradores de sábanas.
Además de sábanas y cuadros, nos vendía las bicicletas.
Hace años a mis hermanos y a mi nos quedan dudas. ¿Cómo hacía para venderlas tan rápido? ¿Por qué siempre las vendía cuando nosotros no estábamos? ¿Las habrá comprado y luego regalado? A veces elegimos no lastimar el misterio, no sea que la vida nos termine aburriendo.

martes, 31 de mayo de 2011

La bici antigua

Es de 1938. Una inglesa original, decía el abuelo. En un mercado no tan globalizado decir traída de Inglaterra era certificado de calidad y ensanchaba el porte de quien esas palabras pronunciaba. Tal vez no era garantía, pero lo parecía.
La bici antigua luego llegó a casa para ser "la bici de mamá", pero nunca la vi a mamá pedaleando.
Automáticamente pasaba a ser "la bici de papá", que algunas mañanas nos llevaba a pasear a los cuatro hermanos.
Nos amontonábamos cual colectivo urbano de atardecer. Meli en la parrilla, yo en el manubrio, Seba en el caño y Martín en los hombros.
No recuerdo la velocidad
No recuerdo lo que comentábamos
No recuerdo la mirada de los transeúntes
ni el dolor de las ruedas con todos encima
pero veo, como tatuaje, la sonrisa de la travesía
la picardía de lo exótico
la sensación del abrazo
y la carita de mamá, en la vereda, contemplándonos.
Y ese tatuaje cuenta infancia mientras cuenta futuro... a ritmo de la canción de Teresa... "Mi canoa va... por el río va..."

lunes, 30 de mayo de 2011

Predestinabas

(Andares a pedal 11)


La culpa de todo tal vez la tuvo la bici cinzia. Pasada la tensión del aprendizaje sobre rueditas sucedía el desafío: hacer una nueva pirueta, ganarle al propio tiempo en la vuelta a la manzana, frenar de golpe y escuchar cómo la cubierta patina, dedicar horas de la infancia a romperla sin querer y otras, de la misma infancia, a repararla sin saber.
La nuestra, compartida con mis hermanos era rodado dieciséis y se plegaba al medio. Toda plateada y asiento simil cuero. La hacíamos ir por todos lados y la amontonábamos en el baúl de la renoleta para no extrañarla en los viajes.
La pequeña marcaba el destino... con la bici a todos lados, evitando extrañanzas.

viernes, 27 de mayo de 2011

Sorprendías


(Andares a pedal 10)

Caminaba Santi por Achával Rodríguez y un ángel lo detuvo.
-Hola amigo. Pasaba por acá y reconocí tu bicicleta. Se me ocurrió dejarte este papelito a modo de abrazo mientras sigo viaje. Te quiero mucho. Santi.
Cuando salí de la facu pensé que un folleto de los que enganchan en los autos visitaban mi vehículo. Pero no. Era Santi y su simpleza. Era Santi y sus rincones-ternura.

Frenabas




(Andares a pedal 9)

-Perdoname. A ese perrito lo envié yo, dijo Juli al enterarse que de regreso a casa me habían mordido el pié.
Juli no quería alegrarse pero sí quería que frene un poco el ritmo y confíe menos en mis fuerzas sin límites. Días atrás le había confesado que no soportaba la presión de una cosa detrás de otra, porque preocupado por el futuro, no disfrutaba el presente.
Sé que Juli no tuvo nada que ver con el perrito... pero entre ella, la bici él, un imaginario círculo de complicidad, me llevaron a frenar y me rescataron del abismo a donde me dirigía sin frenesí.

domingo, 15 de mayo de 2011

Encielabas


(Andares a pedal 8)
Sole dice que Analía dice que los amigos nos encielan, nos comparten un rincón de su cielo, de esa belleza interminable que nunca nos cansamos de mirar. Como hacen los amigos del corazón, ella, la bici, es “encieladora” durante las siestas domingueras.
Salimos juntos y dejamos en la ciudad ese que parecemos ser, esa personita hiperconectada y acelerada por el frenesí. Ese inmediato respondedor de mensajes queda guardadito por unas horas, y se asoma un ritmo nuevo, de rutina pedaleante, rumbo al lugar sin tiempo y al andar sin destino fijado. Y ahí vamos, ella y yo, encielados, despertándonos, contagiándonos, enamorándonos... abrazando... como dice la canción, “un pedacito de planeta que... ¡no pudieron robarnos!”

Trasladabas


Así sea a la esquina para comprar un poco de pan, salíamos con mis hermanos en la bicicleta. Ella tenía un encanto capaz de sostener ese absurdo. Para ir cerca o lejos, las dos ruedas se convirtieron en compañeras de compras. Confieso que mi memorioso rincón del corazón conserva el desafío de hacer que la intemperie del manubrio, los caños y la parrilla, alojen bolsas de arena, frutas, pan, palas, valijas, bidones de combustible y mucho más.
Lo peor de todo siempre fueron las bolsas de supermercado, que se empecinaban en abrazar los rayos y la cubierta.
Poco a poco trasladar cosas en bici se torna un desafío y casi una adicción. Me di cuenta de eso recién el día que me fui hacia el centro llevando diez kilómetros una bici con una mano, mientras pedaleaba sobre la otra. Nos miraron las subidas, nos miró el tránsito, nos miró el colectivero y la doña que estaba en la verdulería:
-¿Qué hace? ¿Qué hace?

jueves, 28 de abril de 2011

Zigzagueabas


(Andares a pedal 6)
Nueve velitas había soplado y papá anunciaba cuando por las montañas nos olvidábamos del mundo y nos fusionábamos con el suelo.
-Para las subidas largas, hay que zigzaguear. La pierna trabaja más descansada y entonces podrás llegar un poco más allá.
El zigzagueo se fue convirtiendo en un hábito de vida: buscarle la vuelta a lo que parece imposible de enfrentar, ir firme pero paciente y seguir, día a día, sin bajar los brazos, sin pausar las piernas, sin rendirse ante el lejano horizonte.