martes, 21 de junio de 2011

La Zatti


Abandonada. Olvidada. Vestida de intemperie y soledad, la Zatti dormía en un rincón, como enterrada tras largos años de trabajo. Era igualita a la de Don Artémides Zatti, y por su apellido la bautizamos. Loro y yo tironemos hasta que salió de aquel fango. El corazón nos latía y cantaba, acompasadamente: ¡resucítenla!
Los cantos de Silvio, unos pinceles con nafta, unas pocas pinzas y otras pocas noches, compartires del corazón y cariño mutuo hacia quien había sido sangre de nuestra decisión. Todo eso juntito se mezclaba para preparar la pócima de la biciresurrección.
Entre tanta teoría filosófica diaria, la Zatti se lucía y burlaba

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