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lunes, 23 de junio de 2014

¡Tierra adentro, hay un jardín!

Después de un arduo trabajo de papa y mamá por poner en pie "la reno", el seis echó a andar.
Corría el año 74 cuando ella hizo su primer viaje. Destino: Elsa Noriega y Oscar Castelló- Capilla del Monte - Córdoba.
Una renoleta de color verde que, seguramente, poco pegaba con mi abuela, clásica hasta la médula.
-Después de largos meses de espera, te tocaba lo que te tocaba.
La reno me alojó en los paseos junto a mis abuelos, me llevaba hasta la base del cerro para subir al Uritorco y me aguantaba en las primeras clases de manejo, hasta encontrar el punto justo del embrague.
Ella tenía veinte años cuando tuvo que partir. Se fue a nuestra casa de Córdoba para llevarnos a la escuela, al club, a las juntadas y a los asados. En ese tiempo yo comía asado...
Seba la usó para estudiar y trabajar, vendiendo sandwiches, productos de limpieza y, al final, yendo a la fábrica.
Tiempo después, por años, estuvo quietita, a merced del viento, la lluvia, el frío y el calor, en un rincón de la casa hasta que, en 2014, a contrapelo de la crisis de los 40, decidió rejuvenecer. Volvió a realizar ese primer viaje para florecer donde fue sembrada.
En la ciudad de cemento y bocinazos, su enclenque columna, su corazón arrítmico y su piel herida, no paraban de sufrir.
Reno está de vuelta. Hace veinte años que se fue. En ese entonces, se habían cumplido veinte años desde su nacimiento. Hoy, de regreso, de renacimiento, grita: ¡Tierra adentro, hay un jardín!

lunes, 16 de julio de 2012

Renacen los abuelos

Es del 22 y es más lo que calla que lo que dice. Pero con tanto paso recorrido dice más el que calla que el que dice.
-Me fui a Buenos Aires. Hablé con tal y tal. Faltaba un papel y tuve que volver. En ese tiempo ir a Bueno Aires era todo un acontecimiento. Finalmente Elsita y yo conseguimos el crédito del hipotecario e hicimos la casa.
Elsita murió hace veinte años, cuando yo era niño y pisaba estos suelos para verla y para ver al señor del 22. Viajar a la casa de los abuelos era viajar a jugar.
Julio del 2012 y yo con 32. Oscar ya cruzó los noventa y la abuela tendría ochenta y siete. Los abuelos están por todas partes. Pinto las rejas y en ellas los veo dibujados. Lustro los pisos y en ellos los veo brillar. Cocino y oigo aquel llamado de la abuela para almorzar. Y escucho el silbido tanguero del abuelo cada vez que recorro la vereda.
Mientras el abuelo atardece, la casa me abraza. Me abraza él y me abraza ella. Mi sangre fluye llena del presente y llena de mi infancia por estos pagos. ¡Es tiempo de callar! ¡Es tiempo de jugar!