miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cambiar de bici... cambiar de casa

Despedir a Pillku me robó unas cuantas lágrimas y un largo rato de mirada nostálgica por la ventanilla del colectivo. Había terminado de reparar esa abandonada bicicleta en un silencioso pero constante trabajo artesanal. Entretanto recordaba mucho el cariño puesto en mi adolescencia sobre la casa abandonada que compramos con mi familia allá por 1993.
No era perfecta ni pretendía serlo, pero ya estaba lista para ser habitada, con la regulación justa para sentarme, pedalear y amar.
La había bautizado Pillku, amante de la libertad. Y se fue. De aquel poste, aquella tarde, en aquella ciudad, ella partió. Sólo deseo que hoy esté gozando de su misión: amar la libertad y ayudar a ver el mundo con ojos de sencillez.
De este lado, yo, en cambio, volviendo a empezar. Cambiar de bici, para los que habitamos en ella, es como cambiar de casa: elegirla, repararla, distribuirse en ella, descansar en ella y soñar que la mirada desde esa alcantarilla envuelva un mayor cariño a lxs hermanxs del andar.

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