lunes, 17 de diciembre de 2012

Aromas en el vidrio


Tras años de abandono, los grasientos y malheridos vidrios de la casa, llenos de tierra y poblados de arañas que cruzan de punta a punta por su telar, recuperaron su transparencia.
Han pasado algunos meses y la restauración de rincones viene viento en popa. La abulia era tal que no se reconocían los materiales. Hoy ya varios hasta presumen. Pero el dato más interesante me llega por los vidrios. He terminado de someter sistemáticamente al desabrigo a todos y a cada uno de los doscientos trece vidrios. Ni uno de los otros materiales llaman menos la atención al ser restaurados. Sólo los vidrios logran algo mágico. En ese momento salen del centro y abren el pecho. Gracias a que se los ve menos, nace el misterio mágico de la comunicación.
El exterior, paseante cotidiano de las veredas, reconoce a ese precedente testigo del olvido y ve recostar al sol que se mete sin aviso ni permiso.
El interior más fecundo cuenta y canta:
-Tras la siembra y algunos partos, tengo la casa fragante, con aroma de mujer.

martes, 11 de diciembre de 2012

Enviones del viento/2


El viento ha vuelto con tanto envión como aquel diciembre. No hay anuncio en cada viento. Sólo algunos, muy puntuales, me hacen vibrar de una manera inexplicable y afinan mi oído. Nada puedo decir hoy a pocos días y resisto a la tentación de ubicar la respuesta sobre cada una de las minúsculas voces que se pronuncian. Pero ese viento inconfundible cuenta sin dudar alguna pisada futura que entregue toda la energía ardiente de la Pacha a la sangre densa que hoy corre por mis venas. ¿Qué espera esta vez de mi el viento? ¿Qué me cuenta? ¿Qué canta cuando fluye?

martes, 27 de noviembre de 2012

Ausencias en visita

Clara, contrariada, no lograba abrazar la triste despedida. Hermoso es el silencio que no es de resignación. Hiriente, doliente, en cambio, ese acallarse sin aviso ni permiso, ese terrible desaparecer que borró huella y canto.
Clara, de regreso, cruzó el umbral con flores en mano, que se miraron con las nacientes en su ausencia. La rosa y la enamorada del muro, la glicina, la lavanda y el jazmín del cielo recibieron visitas: hortensia y magnolia fueron bienllegadas.
La promesa de libertad no había querido enjaular al pájaro y él parecía hijo del adiós eterno.
Noviembre hizo fiesta de flores y el pájaro oliendo aromas no resistió.
Los amores sinceros, las amistades profundas, de alguna manera siempre vuelven, aunque los meses le hayan hecho parir soledad y desconsuelo.
Costará despedir este noviembre florecido. ¡Los isondúes siguen encendidos!

Ausencias/2

Se fue por el orificio de la pileta, en un descuido, resbalándose como jabón. Clara la amaba como a pocos en el mundo, pero él quiso desprenderse de sus manos, que no la querían como prenda sino como una luz más entre los isondúes que nos amamos al andar. 
Han pasado ya meses y Clara cuenta que el olor del jabón no se va. No hay manera de saber en qué lugar de la cañería se ha escondido. Sólo quedan los "atrases": su abrazo en piel, su llamativa sensibilidad, su entrega total en cada causa y su sensación de vivir derrotado, que lo llevó al suicidio de ella y a la insuficiencia de ese perfume en las manos, que no lo logra traer.
La promesa de libertad no quiere enjaular al pájaro. No esperaba esa despedida pero así, triste, así de triste, fue.

martes, 20 de noviembre de 2012

Los que rocían naceres

Clara lee sus escritos olvidados:
-Al final de este viaje, sólo me quedarán entre manos y recuerdo los que regaron la siembra, rociando gota a gota aquellos minúsculos naceres donde puse la esperanza. Esos que atendieron el riego cuando no tenía de dónde sacar fuerzas. ¡Los isondúes siguen encendidos y hacen todo para que nos coincidan los ratitos!
Otros, tal vez atraídos por Añá, ahuyentados por la tierra movida y asustados por los brotes desconocidos, emprenderán el viaje para jamás volver.

La pequeña intenta repetir el esquema y procura hacerse cargo también de los temerosos idos. Un día logrará saber que no es la madre de todos, y saberse madre, hermana y amiga de los riegos compartidos mientras va pariendo el nuevo nacimiento.
Lo que vive Clara hoy me nombra.
Belli:
-Sé que ciertas imágenes de mi pasado han entrado a sus sueños, que puedo espantar su miedo oponiéndole mi resistencia. Sé que habito su sangre como la del árbol, si bien no me está dado cambiar su sustancia, ni usurparle la vida. Ella ha de vivir la suya, pero yo soy el eco de una sangre que también le pertenece.

martes, 13 de noviembre de 2012

Las cajitas, tras la lluvia

Papá era pediatra y cuando niños nos traía cajitas de medicamentos que con plasticola, tijera y fibrones convertíamos, al instante, en edificios de los más variados que puedan imaginar.
Los entusiasmos y un rincón arquitectónico heredado de mamá, nos llevaban a convertir cajitas en grandes rascacielos.
Mientras vuelvo al pueblo donde nacieron sus primeros pasos el pediatra y la arquitecta, los rascacielos de las ciudades se vuelven ajenos.
No sé bien por qué, un día al madrugar, recordé aquel espíritu constructor. Justo había caído una gran tormenta y las cajitas no resisten tanta lluvia sin desplomarse. Al parecer, dijo Clara, no resisto yo tanto edificio sin desarmarme.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Los rincones quebrados

Con la casa no termino más. Hace meses que trabajo cuatro horas por día y siempre queda algo por mejorar y reparar.
Mientras pinto a veces pienso en tener un día una casa propia y miro cada vez con más cariño las casas abandonadas del lugar: la pintaría de estos colores, comenzaría por esa ventana que está tan tristemente olvidada y seguiría por allí, para devolverle la luz interior que le está faltando.
Poco a poco, a ritmo de músicas y pinceladas, lo de afuera contagió a lo de dentro. Los rincones quebrados, dolidos y olvidados, las esquinas con telarañas y el óxido carcomiente de esa gota que cada lluvia mojaba allí, hoy están sólo en la cátedra de historia.
La reciente foto captó cómo barniz y pintura reflejan la flor que en primavera parió.
Brilla lo olvidado y refleja, gozosamente, todo eso que nació.
¿Quién habría imaginado que ese encuentro con lo otro, que ese acercamiento a lo abandonado, sería un encuentro con mi nombre y mis sueños?