martes, 20 de noviembre de 2012

Los que rocían naceres

Clara lee sus escritos olvidados:
-Al final de este viaje, sólo me quedarán entre manos y recuerdo los que regaron la siembra, rociando gota a gota aquellos minúsculos naceres donde puse la esperanza. Esos que atendieron el riego cuando no tenía de dónde sacar fuerzas. ¡Los isondúes siguen encendidos y hacen todo para que nos coincidan los ratitos!
Otros, tal vez atraídos por Añá, ahuyentados por la tierra movida y asustados por los brotes desconocidos, emprenderán el viaje para jamás volver.

La pequeña intenta repetir el esquema y procura hacerse cargo también de los temerosos idos. Un día logrará saber que no es la madre de todos, y saberse madre, hermana y amiga de los riegos compartidos mientras va pariendo el nuevo nacimiento.
Lo que vive Clara hoy me nombra.
Belli:
-Sé que ciertas imágenes de mi pasado han entrado a sus sueños, que puedo espantar su miedo oponiéndole mi resistencia. Sé que habito su sangre como la del árbol, si bien no me está dado cambiar su sustancia, ni usurparle la vida. Ella ha de vivir la suya, pero yo soy el eco de una sangre que también le pertenece.

No hay comentarios: