domingo, 4 de noviembre de 2012

Del cajón a la luz

Clara estaba guardada en los cajones del placard. Hace meses que no veía la luz y la asfixia la condenaba a la muerte próxima. Había llegado al cajón, aturdida de tantos ruidos que la ensordecían. Manos y piernas tenían los ruidos y la empujaban de un lado a otro, con ojos vendados, sin dejarla un instante quieta, para darse lugar en el silencio.
-Unos dicen que aquí, otros dicen que allá. Debo partirme en dos... -canta Silvio.
En dos, en tres, en diez y más -dijo Clara, para ser todo eso que pretenden de mi.
La pequeña se escondió en el cajón y día a día, madrugada tras madrugada, se asomaba.
-¿Todavía esperan de mi?
Sus ojitos miraban a ese gigante que permanecía allí, cerquita de la salida.
-¿A quién ves, Clara, si no hay ningún gigante?
Callaron los ruidos e inundaron los silencios. Y en el silencio logró salir.
La temerosa sólo sabe susurrar. En silencio susurra como el viento sobre la paja: anunciando lo que viene.

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