jueves, 9 de diciembre de 2010

Lagrimear de un orgulloso

Soy terriblemente orgulloso y me da bronca serlo. Escucho los discursos y sermones y no contengo las neuronas pensando en las contradicciones de los decires. Escucho las palabras y entretanto pienso respuestas posibles para desarmar lo dicho. No logro hacer que las palabras corran en paz como inofensivos niños que juegan en la plaza. Ellas me bombardean y las contradigo. Otras veces me siembran y las riego.
La falta de respuesta a as escuchadas punzantes palabras inquisidoras será mi condena: ¡No dijimos nada!
Y la palabra atendida, esa que como el pájaro que goza picotea bebiendo en el lago de la vida y sigue sobrevolando, será mi esperanza, mi pasión y mi canto.

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