miércoles, 25 de julio de 2012

Renacen los abuelos/2

¿Curiosidad ante el siempre nombrado rincón del mundo? ¿Unión de eslabón en tensión? ¿Genealogía de filósofo? Clara y su maleta vuelan, haciendo caso al imán.
El abuelo Lito, como tantos hoy abuelos, había partido hacia Argentina mientras el siglo se asomaba y España se secaba. Con un par de bártulos y la certeza de estar económicamente un poco menos peor, subió al barco y casi nunca más volvió.
Lito traía sus pisadas por Valencia en cada ronda familiar. Los relatos se contaban como transfusión de sangre y Clara los abrazaba mientras prometía volver.
Bártulos van, bártulos vienen y así un día ella apareció donde él amamantó.
-Al llegar mi corazón latía sintiendo, latía sonriendo, latía agradeciendo. La transfusión había sido tan exitosa que logré percibir olores y sabores familiares que estaban desde siempre. ¡Los abuelos renacían!
Con lágrima en sus ojos, con lágrima en los míos, Clara cuenta que sólo dos cosas estaban como antes: el pozo y el reloj.
-Una fuente y un tiempo, para volver a nutrir el camino.
No hay tiempo sin agua y el pozo lo sabe: refleja en su espejo "más de cien pupilas donde vernos vivos" El reloj gira, incasable como conejillo de indias frente al queso, siendo testigo de los ojos que el pozo reverdeció.
Clara tiene ojos verdes. ¿Tendrá algo que ver el abuelo, en todo esto? ¿O fue el pozo? ¿O fue el tiempo?

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