martes, 24 de julio de 2012

La casa fóbica

Por error le hizo ventanas y por acierto nunca las abrió. Los muros de piedra y ladrillo traspasan los tres metros y la casa, fóbica de los olores, colores y sueños del pueblo, parece trasplantada. Fóbica del cerro que en cada amanecer abraza al pueblo, que en cada atardecer se vuelve luz y hace brillar los quebrachos colorados para que duerman, con el último calor, en su falda.
Fobia en muros, fobia en ventanas que espaldan a ese dios de gigante roca, energía de pobladores y atracción de caminantes y fobia de ser vista.
El frente brilla pero nunca veo a nadie. Brillan los vidrios espejo, sin contar ni un cuento del interior. La vereda es puro abandono y el gran patio, que no se ve, también. Lo miro desde la ventana y caen mis lágrimas. Mansión sin verde, mansión sin flor. Mansión sin árbol ni canción. ¿Qué hace aquí la malnacida mansión, foránea en este cuerpo-pueblo, pariendo ajenía?
Casa y pueblo se llevan como perro y gato. ¿Cómo se lleva quien la habita, con los nacidos aquí? ¿A quién teme la única persona que vive adentro? ¿Quién encierra a quien, en esta triste historia?

1 comentario:

Amelia Fontaine dijo...

Conozco esa casa y sus fobias. No conozco a su habitante-dueña pero sé muchas más cosas de ella de las que imagina. Sé, por ejemplo que te hizo llorar y sentir y escribir. Y sé también todo lo que produce en mí cuando me choco, no me encuentro, me choco con su casa.
¿Podremos soñar con esa casa abierta, llena de plantas siendo ocupada por una escuela, por un centro cultural, por un espacio de trabajo para gente sin espacio, o sin trabajo? ¿Podemos soñar con la casa venciendo muros?
Yo empiezo...