lunes, 18 de octubre de 2010

"Veisme aquí mi dulce amor, amor dulce, veisme aquí"

Hace un par de días quería sentarme a escribir pero el silencio no llegaba. Y al rincón quedaba Dios, o al rincón quedaba yo... sin saber si ese que tenía abandonada la escritura estaba siendo vida o sobreviviendo para no dar tregua a la muerte. No sabía porque no sabía de silencio.
Pero el festejo de Teresa de Ávila me reavivó a retomar una oración que por años recé, especialmente cuando era posnovicio y estudiaba filosofía sin encontrar mucho sentido ni mucha paz.
Un día me enconré con esas palabras y quedé contemplándolas durante meses, en el deseo de atender a los caminos de Dios dentro del estudio de la filosofía. Y estos días volví, releyéndola, abrazándola y uniéndola a ese tan humanodivino Evangelio de hoy, ese, donde una viejita insistente, hartante y perseguidora se ocupa de ser escuchada, aunque más no sea, para que deje de molestar.
Con el corazón cantando, y con la hermana duda que me alienta y me renueva, siento cada vez más ganas de ser salesiano, de ser consagrado, de ser misionero y de ser hermano. Con esas ganas hechas ofrenda me asomo al Amado... Él, por insistencia o para que no lo harte me mostrará el camino del Amor... y por la misma causa... conducirá por verdes praderas a todos aquellos, a todas aquellas amigohermanxs del andar por quienes le insisto diariamente.
"Veisme aquí mi dulce amor,
amor dulce, veisme aquí,
qué mandais hacer de mi?
Veis aquí mi corazón.
(Sta. Teresa)

No hay comentarios: