Hoy llamó mi amigahermana Pingüi desde Ghana. Muchas veces intenta hablar y no consigue... no podemos hacer coincidir usos horarios con ausencia de clases, reuniones y demás. Pero tras una semana sin internet el corazón comunicador empieza a engriparse y si no hay compartires con los hermanos que habitan la lejanía termina cayendo en cama.
Tal vez providencialmente, para que este corazón no llegue a enfermarse, Pingüi llamó. Hablamos cerca de dos horas con tanta certeza de la presencia cercana como las siempre repetidas mateadas iniciadas en 1999. Tan del corazón y desde la simpleza hablamos que de momentos dudaba si estabamos mateando o no, sentados en el parque de casa.
Entre compartires, Pingüi me contaba de la enfermedad de Abraham diciéndome que es un encanto de la vida, pero que muere lentamente sin que nadie sepa cómo el milagro lo puede sanar. Abraham es poco menor que ella y que yo, pero ya los amigos al despedirlo no saben si volverán a verlo. Sin conocerlo lo adopté como hermano-biopsia de mí en Ghana. Pensé mucho durante la tarde en él. Su vida feliz que se apaga pero se expande de algún modo en otros, y tantos regalos de Dios en la vida mia marcan pisada cada día con una certeza mayor: ¡Qué feliz me hacés Dios! ¡No olvides que mi corazón misionero es como el de la mujer del Evangelio... de tanto insistir, el Señor escuchó su plegaria!
¡Donde quieras, como quieras, cuando quieras... aquí estoy!
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