lunes, 22 de marzo de 2010

Celebraciones 2.0: demasiados caracteres para la generación twitter

"Cuando ahora escuchamos me lo contó un pajarito, no pensamos en lo mismo que hace cinco años"
Post de un twittero

Como timbre de recreo el momento de la paz dentro de la celebración eucarística revolucionó los cuerpos condenados a la quietud hace poco más de media hora. Una vocecita de dénse como hermanos la paz se ha convertido en el pase libre para hablar, comentar sobre un mensaje de texto que acaba de llegar o sobre un error en la lectura planificada, darse un abrazo y restablecer la sonrisa, cuando no saludarse por no haberse visto antes de inicio.
Ciento cuarenta caracteres para no ser plomo. Ciento cuarenta caracteres porque después le toca al otro. Ciento cuarenta caracteres que redireccionen a otro lado, a otra experiencia, a otra pequeña cosa interesante. Ciento cuarenta caracteres es lo máximo que podemos escribir en Twitter o en otros servicios de microbloging. Allí podemos poner mensajes tales como “Miren qué buena foto que saqué” y luego redireccionar a un sitio de fotos para que encontrarnos con ella y algunas más.
Twitter, es un fenómeno en enorme expansión. El instante que hablemos de ellos puede quedar en el pasado por el nomadismo constante del trancurrir. Para muchos Twitter es sólo un sitio donde todos entran y cuentan. Otros estamos seguros que algo más corre allí dentro. El pajarito va transformando los modos de ser, los modos de estar en el mundo y de expresarse, de permanecer en la quietud y migrar en el andar. La posibilidad de ir contando al instante en qué estamos pensando y qué pasa, según cada uno mira el acontecer, se arraiga en los nativos digitales de un modo imprevisto para la Iglesia Católica y para muchas de las iglesias en general.
Fuera de los templos, el mundo juvenil deambula con aparatos cada vez más fusionados con la mano y redes inalámbricas que llevan el momento a la nube. Más allá de la red y de los presentes, este viaje de textos conecta nuestra manera de mirar lo que acontece con un grupo de personas a quienes consideramos como parte constitutivas del yo. Conozcámoslos o no, la cosa está en poder decir y en que alguien pueda escuchar, leer, valorar, puntuar, tildar con un "like it"... Reconocernos sujetos de expresión o más bien, sujetos de comunicación nos hace seguir avanzando en el andar cotidiano. A ellos sigue abriénonos las puertas la web 2.0.
Nuestro pequeño pajarito pronuncia exceso de caracteres con un llamativo color rojo y avisa que algo está de más. Hacia el instante próximo avanza el próximo yo autor, que nos contará qué pasa.
Sin tener gran idea de liturgia me he dedicado por horas a contar caracteres y segundos mencionados en los tramos de menor participación de la celebración eucarística. Mi constatación fue que son numerosos los momentos donde sólo el sacerdote habla, excediendo en varios miles los caracteres soportados. Todavía más: cuando el pueblo habla, cuando los jóvenes hablan, lo hacen con respuestas iguales para todos y con palabras de uso no habitual en el mundo, tales como amén y aleluya.
Entre la generación Twitter, sometida y productora de una constante multiplicidad de estímulos, cargada de bits y binarioparlante, y nuestros espacios de diálogo en las celebraciones ¿qué espacio de participación juvenil ofrecemos en la Iglesia para celebrar la Eucaristía? ¿De qué sindrome de la cuna vacía, del banco de misa vacío, tendremos que llorar para repensar nuestra propuesta a la twittgeneration?

1 comentario:

agustinfontaine dijo...

Mañana lo subo con licencia creative commons para que lo puedan compartir... slds