martes, 6 de octubre de 2009

¿Me cambiarías por un diskette?

Hablando de viejos escritos... del 2003... cuando se usaban diskettes

¿Me cambiarías por un diskette?

Hace no muchas horas estando yo fuera de la casa le dije a un conocido que al volver le enviaría un texto de tenía guardado en la PC. Llegué y el técnico de las máquinas había decidido cambiar algunas cosas, y entre ellas, se perdió en el “espacio virtual” todo mi almacenamiento de datos, escritos personales, trabajos para presentar, inquietudes y temas de interés, subsidios de formación y demás archivos que tenía meticulosamente ordenados en mi carpeta virtual.
Debo reconocer que al principio me movía entre la broca y la desesperación. Bronca por el error de mi querido técnico. Desesperación porque, me doy cuenta ahora, estaba un poco apegado a todo eso que tenía acumulado. Decía en mis adentros: “todo lo que he perdido. Tanto bien podría haber hecho con todo eso. Tantas cosas había escrito sobre el paso de Dios en mi vida que al releerlas eran como caramelos para el alma… Tanto tiempo invertido en armar todo ese vademécum de intereses de los jóvenes y hoy eso está peor que quemado, porque ni cenizas quedan al eliminar datos de un mundo virtual…”
Aún en medio de las ganas que tengo de tener en uso esos archivos nuevamente siento una voz interior que me dice: “Me elegiste a mi”. Simplemente y solamente eso me dice, repitiendo varias veces. Sí, es a Dios a quien elegí. Sólo a Él. Y si Él me pide que todo ese castillito de archivos se derrumbe para que no me encariñe con el castillito y sí con él, pues, allá voy.
Porque en la vida lo bueno y el bien que con eso podríamos llegar a hacer puede tener una sutil trampa, y ella jugarnos una mala pasada: estando acostumbrados a las cosas nos olvidamos por quién la hacemos.
Allá queden entonces mis escritos, mis trabajos de clase, mis temas de formación y todo lo que tenía grabado, todo el bien que podría haber hecho. Yo me voy con quien me pidió que lo deje todo, incluso hasta los bienes pequeñitos.
Aún me parece hoy más cierto el refrán de que “no hay mal que por bien no venga”. Al menos a mí, el error del técnico en PC me ayudó a centrar la mirada en aquel a quien he prometido la vida.
(2003)

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