miércoles, 8 de abril de 2009

Va el capítulo 1

Participantes del sorteo

Soldado romano I

-¿Podré comprar dos números? Es que quiero uno para mi y otro para mi señora. Cuadros de Van Gogh, alfombras importadas, copas de cristal…
Pero la túnica de Jesús es mucho más. Sería un buen adorno para el living. Sí, podría estar en la pared frente a la entrada. Luces. Sí, luces. Cuatro spots que resalten la tela.

Georges y Lisa, ¡qué matrimonio fabuloso!. Había costado casarse. Uno no se casa todos los días. Sabían que el casamiento era uno en la vida y por eso querían tener una fiesta fabulosa. Ninguno podía ofenderse. A la fiesta tenían que ir todos. Por eso tuvieron que ahorrar.
Nada faltó en la fiesta. Con lo que se gastó para el vestido de Lisa varios chicos habrían podido comer por largo tiempo. Georges no tenía un traje de menor precio. Había costado traerlo a su país pero… ¡era el casamiento!. La comida espectacular. Los invitados, como se dice, elegantísimos. ¿El salón?, ninguno mejor en la ciudad. No podía faltar la Limousine, el ramo de flores, los anillos, la gira por todo el mundo como luna de miel…
El tiempo fue pasando y el matrimonio trepaba en ese invento que se llama clase social. Comenzaron a relacionarse con gente de mucho dinero de la ciudad, a moverse en ambientes donde uno no podía dejar de mostrarse a los demás. La casa debía ser cada día más lujosa. Los autos espléndidos. Los hijos tenían que ir a colegios de la “alta sociedad”.
Se iban dando cuenta que cada día para ellos vivir no era vivir, era mostrarse vivos. Vestir con ropa nueva siempre, nada de usar un mismo vestido en dos fiestas. Pintarse y perfumarse… como producirse para ser bien vistos.
Trabajaban, sí. Compraron acciones en la bolsa. Compraron departamentos para rentarlos. Georges llevaba la gerencia de la empresa viento en popa, aunque le costaba sacrificio. Trabajar doce horas al día no era poca cosa. Lisa tenía unas cuantas horas en el ministerio y luego en su estudio contable. Era un esfuerzo para los dos pero gracias a eso podían llegar a tener la casa con todo lo de última generación, el automóvil último modelo, los perfumes y la ropa de moda.
Sus hijos estaban bien. Los cuidaba una niñera que los mandaba a la escuela, a golf y a la academia de idiomas. Iban juntos siempre hasta que un día…



Los negociantes de la túnica creyeron conveniente no dejar de lado a Georges y Lisa. Ellos habían armado su casa con piezas de mucho valor, cuadros de Van Gogh, esculturas costosísimas y qué decir de los muebles. El matrimonio invitaba a todos los conocidos a ver sus obras de arte. Sí, los negociantes no titubearon, seguramente Georges y señora querrían participar del sorteo.
Era un viernes santo. El chofer los llevaba hasta el lugar del sorteo. Las expectativas en los dos crecían. Las ansias por tener la túnica de Jesús eran cada vez más grandes. Sonó el teléfono móvil de Lisa. Su localizador de llamada no reconocía el origen de la llamada entrante. Era la policía que debía darles una noticia…

Georges y Lisa no olvidarían aquel 8 de abril. Charles, su hijo mayor nunca había conocido realmente a sus padres. Nunca los veía. Siempre estaban trabajando, o en reuniones, o habían salido a cenar a lo de otra familia. Se sentía sólo. Siempre se había sentido sólo pero no se lo decía a nadie. Ese día no aguantó más, no sabía para que vivía y eligió irse de este mundo…
Georges y Lisa solo pudieron llorar pero su llanto no bastó para volver a tener a Charles en su casa nuevamente. Era tarde, ya nada se podía hacer. Más que tarde. Era de noche, una noche como esas del campo. Noche sin luz, nada de luz. Pasó la vida de aquel “Jesús” sin que ellos se terminaran de enterar de que había nacido. Pasó la vida, Charles se despidió de la vida mientras sus padres estaban sorteando túnicas…


Soldado romano II

-Sí, dale, por favor, comprame un número a mí. Aunque no te guste al menos hazlo por mí, podría mostrársela a mis amigos de la parroquia…

La entrada de Jessy al grupo misionero no llamó para nada la atención. Con sus quince años recién cumplidos Jessy era una chica muy buena que siempre quería hacer algo en favor de los demás. ¡Ay, tan pocas chicas conocí con tanta disposición al trabajo y al servicio como ella! No uso sombrero pero si usara me lo sacaría frente a ella. Sí, lo que le pides lo hace. Siempre disponible. En el grupo nos juntamos los sábados y compartimos la misa el domingo por la tarde y ella es una de las que nunca faltan. Todos estábamos muy contentos con ella hasta que…




Mark es un chico ya no tan chico. Siempre está en el boliche de moda. Tiene 30 años. Un día nos enteramos que Jessy salía todos los sábados a la noche a los boliches. Quienes la vieron nos dijeron que no era la misma querida Jessy de la parroquia. Allí conoció a un chico bastante más grande que ella. Aunque era muy grande podrían ser amigos, dijo para sí misma.
Todo en marcha para el Vía Crucis. Ya habíamos repartido los actores. Jessy haría de María. Le quedaba bien el papel. Se manejaba en el escenario con una dulzura admirable.
Mark invitó a sus amigos a la casa de campo para pascua. Él “aprovechaba” cada fin de semana largo para irse. Jessy, su nueva amiga, no se animó a decirle que no y emprendió el viaje el miércoles santo. Mientras iban de camino unos conocidos de Mark se acercaron a él y le ofrecieron comprar un número para la rifa de la túnica de Jesús. Mark hizo cara de desprecio y le dijo: “no me vengas con tonteras, gasto plata en cosas más importantes”. Jessy estaba a su lado y muy tímidamente le dijo a Mark que era la túnica de Jesús, que por favor le comprara un número, que al menos lo hiciera por ella.
Era viernes santo. Nos íbamos a juntar a las 13:00 hs. A las 14:00 hs. comenzaríamos el vía Crucis para que la representación de la muerte de Jesús coincida con las quince horas, como dice el relato bíblico. Todos estábamos muy entusiasmados. Nos veníamos preparando con mucha anticipación. Era una de las misiones que habíamos querido hacer con el grupo misionero: hacer que la gente viva una profunda semana santa. Ya estábamos todos menos…



Jessy y Mark emprendieron el camino para ir al sorteo de las 15:00 hs. Yo era el responsable del vía Crucis. No encontraba a Jessy por ningún lado. Nadie sabía donde podía estar. Todos la habíamos visto en el ensayo del martes y ya no tuvimos más noticias. El público esperaba. Faltaba la virgen María. Faltaba la que acompañaba fielmente a Jesús en su muerte. Fue horrible tener que hacer el vía Crucis sin María.
Un sorteo. Sí, el sorteo de la túnica de Jesús. Está bien, pero ¿qué valor tiene una túnica ante la fidelidad de acompañar a Jesús hasta su muerte? Jesús moría. Jessy pasaba la oportunidad de ser fiel a Cristo sorteando túnicas…

Soldado romano III

-¡Nada más y nada menos que la túnica! Pues yo quiero un número. En la parroquia podría colgarla y preparar un sector para que la gente entre y la conozca. ¿A cuanto está el número?

Roberto es el nuevo curita de la parroquia. La gente comenta todo el tiempo que es muy joven pero que tiene mucha capacidad para movilizar a los fieles. De hecho, no había pasado todavía un mes que ya había organizado una peña a favor de los pobres, una feria de platos y un torneo de fútbol. “Parece que nos va a tener trabajando y en serio”, comenta la gente con un tono de alegría y orgullo. “Que bueno, este sí que es un cura de veras no como el otro que…”
Y Roberto siguió adelante, feliz de estar a cargo de una parroquia en la que todos le querían. Trabajó y duro. En pocos años se preocupó de juntar fondos para la capillita nueva, terminó la construcción del gimnasio, instaló quince comedores, tres hogares para niños y… bueno, ya perdí la cuenta, unas cuantas cosas más.
-Una maravilla este curita, viste cómo nos dejó nuestra sala de trabajo. Y pintada con colores bien lindos –comentó doña Elsa.
-Un gimnasio. Un excelente gimnasio. En estos tiempos no se puede vivir sin uno de ellos. Y todo gracias al curita –dijo el nuevo profe de educación física.
Pero el tiempo pasó y Roberto se daba cuenta de que las necesidades aumentaban. “El país está cada vez peor y yo tengo que hacer algo” era la frase que solía repetir mientras manos a la obra se ponía a trabajar buscando fondos. Sana intención la del curita. Sana, por cierto, pero…
El curita fue dejando la oración. Sabía que era importante pero había tantas cosas importantes… “el país está cada vez peor y yo tengo que hacer algo”. Los sermones de las misas eran aplaudidos por todos pero ya Jesús no era nada para él. No encontraba a Jesús presente en ningún lado. ¿Cómo puede ser si por Jesús él se había hecho cura? ¿Por qué ahora no estaba Jesús? Roberto empezaba a sentirse desconcertado. Pero Jesús no estaba jugando a esconderse. Jesús no estaba en la vida de Roberto simplemente porque éste ya había dejado de buscarlo.
Llegó entonces el viernes santo. Qué mejor día que ese para promover el sorteo de la túnica de Jesús -dijeron los negociantes. “Ah, también invitemos a Roberto, el curita joven, quizá le interese”
A Roberto le pareció bien la invitación. Ya había hecho de todo en la parroquia y sólo le faltaba tener algo de Jesús para que la gente estuviera cien por ciento contenta. Dedicó su día a eso. ¿Y Jesús? No era Jesús la túnica ¡pero la túnica se sorteaba sólo ese día! Jesús mañana también iba a estar. Cuando iba camino hacia el sorteo pensaba cuántas cosas haría si se ganaba la túnica. De fondo, como un zumbido de irreconocible origen, escuchó un grito… “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Roberto no llegó a darle importancia porque no reconoció la voz. Sin saberlo ya de nada le servía una túnica. Importaba el dueño, el mismo que moría mientras él se la pasaba sorteando túnicas…

Soldado romano IV

-Mmm, ¿túnica de Jesús? Sí, tal vez, aunque… ¿qué provecho podría sacar de ella? Ehh… No lo sé. Bueno, sí, es una cosa rara y lo raro me gusta cada vez más, así que… me llevo un número.

Debian Shultz es un estudiante de abogacía. Cursa tercer año pero comenzó la facultad hace seis. “Está bien –dice- yo voy a mi ritmo sin dejar nada de lado”.
Su vida comenzó concretamente en la secundaria. Él mismo dice que antes era un pobre papanata pero que cuando inició la secundaria la vida se hizo vida porque comenzaron los boliches, las mujeres, la bebida y…
A Debian le pasó lo mismo que a mí -dice John. Sus padres quisieron que no salga mucho a los boliches porque había mal ambiente pero él, como todos los que somos adolescentes, quiso hacer la contra. Luego, Debian y yo, John, entramos en un círculo que no pudimos frenar…
Círculo. Sí. Círculo. ¿Alguna vez pensaron que irreales son los círculos? No existen pero uno le da más importancia a ellos que a lo importante. Lo mismo nos pasó a nosotros, comenzamos a frecuentar los boliches en la secundaria. Un día hasta las tres, al mes siguiente pedimos que nos dejen hasta las cinco porque recién ahí se ponía bueno. Cada uno de nosotros, frente a sus padres, tuvo que patalear un poco y llorar para que nos dejen, pero con llantos y gritos lo conseguimos.
“Quien dijo cinco regresó a las seis” era el lema de las primeras idas a los boliches. Allí conocimos muchas cosas nuevas. El primer trofeo con que nos encontramos fue el alcohol ¡qué manera de hacer tonteras! El reencuentro del día siguiente mantenía la misma rutina. Llegábamos y nos contábamos cómo nos había costado entrar a cada uno a su casa.
Después aparecieron en el círculo otros personajes más. Los que vendían un “porrito” que a su vez nos presentaron a otros. Ustedes saben cómo es esto. Estar en el boliche te hace sentir muy bien, entre comillas. Con el tiempo empiezas a creer que el boliche es la realidad y que el resto de la vida es mentira. Lo mismo le pasó a mi amigo Debian. ¿Estudiar? Sí, pero a su ritmo. ¿Trabajar? No, esto de tener horarios no le convencía del todo, y por eso trató de que sus viejos lo mantengan hasta que se cansen. ¿La familia? Pasó a ser un grupo de personas que vivían en un mismo “hotel”: comer, dormir y cambiarse de ropa.
Recuerdo que siempre Debian me decía que cada día se iba dando cuenta de que a sus padres los quería mucho y que era un poco injusto con ellos. Recuerdo también que un día le dije que se acerque a ellos, les pida perdón y les exprese el cariño que les tenía. Yo agaché la cabeza cuando me contestó que en este tiempo no podía, que tenía muchas ocupaciones, vender tarjetas para el boliche, juntarse con sus amigos y amigas y mantener los contactos encendidos para cuando necesite del favor de alguno de su círculo de conocidos.
Alguien le dijo a unos negociantes que Debian era uno de los chicos más famosos de la ciudad. Un viernes al mediodía fueron a buscarle en el bar que está frente a la plaza, donde siempre solía estar. Le ofrecieron comprar un número para el sorteo que se realizaría a las 15:00 hs. cuyo primer premio era la túnica de Jesús. Él dudó un poco pero terminó comprando.

En la estación de servicio ocurrió algo terrible. Un hombre había bajado de su automóvil y miraba el surtidor mientras esperaba que termine de llenarse el tanque de combustible. Otro hombre entró corriendo, encapuchado, y, con un cuchillo en su mano lo clavó sobre Peter Shultz, robó su billetera y escapó corriendo.
A pocos minutos de la hora indicada Debian decidió cambiarse de ropa para ir elegante al sorteo. Él sabía que iba a ir gente de mucho dinero y no podía vestirse como un cualquiera. Llegó a su casa y encontró un papel sobre la mesa. Enseguida pensó que era su mamá que le dejaba otra nota, como siempre. No la quiso leer para no llegar tarde al sorteo. La tomó consigo, se cambió de ropa y yendo de camino hacia el lugar del sorteo la leyó:

“Querido hijo, he estado tratando de localizarte pero no pude encontrarte. No sé cómo afrontar lo que tengo que decirte. Nunca estuve ante una situación tan difícil. Con un terrible dolor tengo que decirte que tu padre ha muerto. Te explicaré todo con más detalles. Estamos en…
Te quiere mucho. Tu madre…”

Cayó al piso. Aunque ganara el sorteo tampoco la túnica del mismísimo Jesús lograría consolarlo. Ya nunca los tendría a los dos para decirles cuanto los quería. A su padre nunca se lo dijo ni se lo dirá. Se dio cuenta de que mientras su padre moría él vivía su vida sorteando túnicas…

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