El granizo marchitó ayer las flores con furia de castigo. Ellas venían embelleciendo rincones, tras la larga sequía que las hacía agonizar.
Ahora todo parecía paz, con la lluvia llegada y el acariciador sol primaveral. Contemplaba las margaritas cada mañana con inmensa alegría.
Poco duró la paz a la flor. Golpeada, lastimada, hoy despertó con sensación de cuerpo cansado, de herida de combate, de dolor inesperado.
Aunque intenta brillar y no puede, las raíces se conservan intactas. En la batalla perdida, difícilmente pierde la guerra quien permanece enraizado en la Madre Tierra, firme en Dios, con el lazo profundo a donde se nutre la vida.