lunes, 3 de octubre de 2011

Chocolates del "ottocento"

Él pisaba hace años el pequeño y añejo bar.
Ella visitaba, días atrás, la misma silla, el mismo suelo, el mismo rincón.
Por arte de magia, o gracia de un Dios, por inspiración de las musas o por empujón de un río, Clara sabía que él estaba allí, en aquel bar donde fue por primera vez a mediados del 1800.
Clara trajo chocolates comprados allí, porque ahí él estuvo, porque ahí él estaba, porque ahí él estará. Tomó el chocolate, lo partió y lo dio a sus amigos y amigas diciendo:
-Coman. Éste es el chocolate de la poesía de la vida.
Él pisa, descalzo, hace días esa pequeña historia. ¡Cuánta gente riega la vida, cada mañana, con gotas de ternura!

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