lunes, 14 de septiembre de 2009

Victoria

(siguiendo con el recuerdo de viejos escritos)

Los días de Victoria, como los de cada personita de este mundo, duraban veinticuatro horas. Esos 1440 minutos le alcanzaban para tantas cosas, un día menos y otro más, como le alcanzaban a las otras personitas de esta tierra que pisamos.
Pero Victoria dedicaba unos minutos a mover insectos y animalitos que entraban en su casa. Corría arañas, hormigas y cuanto bicho se cruzara. Los llevaba al parque para que lo disfruten, en vez de aplastarlos con sus zapatillas.
Era un secreto que a casi nadie contaba, segura de que por algo estaban en el mundo, y segura también de que si hubiera vivido en el tiempo de los dinosaurios habría preferido ser corrida de lugar y no aplastada antes de escuchar el por qué y el para qué.

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