domingo, 16 de noviembre de 2008

tengo sed

Mientras elegía lema escribí esto...

Apenas hice la primera profesión seguía muy de cerca los lemas que los profesos perpetuos y los curas elegían. Ya en ese tiempo rondaban por mi cabeza un sinnúmero de lemas probables y posibles de ser elegidos. Confieso que todos ellos tenían un tono poético... ¡para que suene lindo vio!
Al tiempo la idea del lema comenzó a despejarse y rara vez pensaba en eso. Hoy, a metros de la profesión perpetua, regresa la pregunta y regresa, junto a ella, una de las experiencias fundantes más fuertes en mi discernimiento inicial: la vida religiosa de Madre Teresa de Calcuta. Ella hizo del “tengo sed” de Jesús e la cruz su programa de vida, e hizo colocar aquella inscripción en el costado de las cruces que presidían sus casas.
Galeano dice que “para los navegantes con ganas de viento la memoria es el puerto de partida”. En la memoria, en las ganas de viento, retomo la experiencia fundante de mi discernimiento y hago del nada poético “tengo sed”, del desnudo lema, como desnudo lo dijo Jesús en la cruz, mi programa de vida.
Tengo sed porque aún siendo Jesús el agua de la vida, divago por otros caminos buscando encontrar en otras fuentes aguas que no la quitan. ¡Jesús, tu amor de locura sacie la infinita sed que tengo!
Tengo sed también porque es el grito de muchos, o de uno sólo, de Cristo crucificado, allí y aquí, de los pueblos crucificados, de los ninguneados, de los que -dice Galeano- “cuestan menos que la bala que los mata”
Tengo sed porque fueron las palabras de Jesús en tiempos donde amor, justicia y paz eran colgados de la cruz y fueron palabras donde humanidad y divinidad se fusionaron: ¡sed fisiológica y sed de amor!
Y finalmente “tengo sed” porque hasta que Jesús no pronuncia aquello y alguien responde, él no dice “todo está cumplido”. Así voy, inconcluso por la vida, sediento por el camino, amarrado con otros sedientos, andando lento ¡pero andando nomás!

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