martes, 14 de octubre de 2008

padre-hermano-amigo


Papá Guillermo y mamá Eugenia… y mis hermanos Meli, Sebastián y Martín. Allí nací y allí crecí. Y en el Pío Décimo crecí. Y en Villada crecí. Allá… y allí… recibiendo pinceladas del cariño de Dios crecí. De esas pinceladas que hicieron mi vida cuento sólo tres, y un alrededor que las enmarca.
Madrugada de enero, madrugada soleada y salimos. Con papá salimos. A la montaña salimos. Yo tenía apenas cuatro años. Caminé un largo tramo y finalmente ya no pude. Papá me alzó sobre sus hombros y llegamos a la cima desde donde se veía el paisaje. Un padre… eso es un padre: alguien que te sostiene en los momentos de cansancio para que no pierdas, nunca pierdas, el paisaje que vale la pena mirar.
Tarde de 1987. Yo tenía apenas siete años y poca memoria. El hermano Gastón Fontaine viajaba como misionero a Angola. En mi borroso recuerdo aparece una despedida. En la despedida sus primos tenían un corazón de cartulina roja. Un corazón entregado –me dije. Sí, eso. Un hermano es alguien que tiene un corazón entregado.
Una adolescencia. Una juventud. Un refugio. Un amigo es un refugio o esa llave que en tiempos de duda abre a la esperanza. Los amigos dijeron –y gritaron animate a dar un sí. Y en la respuesta de hoy están ellos.
Un padre, un hermano, un amigo… y entre días de amor y días de color, una sed. Sed de Dios, sed de amor. Un Jesús clama a Dios. Y un hijo sediento al andar montañas, sediento al entregar el corazón y finalmente sediento, tercamente sediento, a compartir y celebrar la amistad.

En los deseos de un padre, de un hermano y de un amigo pido servir a Dios toda la vida en la sociedad salesiana para llevar a plenitud la consagración bautismal.

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